Estos cuatro artistas, aunque provienen de contextos, estilos y épocas diferentes, son fuente de inspiración por sus enfoques únicos y su capacidad para transformar la percepción artística.

Salvador Dalí me inspira por su capacidad de desafiar la realidad a través del surrealismo. Sus obras me recuerdan que la creatividad no tiene límites, y que el diseño puede ser una herramienta para explorar lo imposible. Dalí rompió con las normas tradicionales de la pintura, fusionando lo onírico y lo real para crear mundos irreverentes y misteriosos. Su uso del simbolismo y las formas distorsionadas invita a desafiar la imaginación, algo que como diseñador gráfico encuentro esencial para generar impacto.

Fernando Botero, con su característico estilo de volumen y exageración de las formas, es un ejemplo de cómo la simplificación y la repetición de elementos pueden crear una identidad visual poderosa. Su manejo de las proporciones y la manera en que reinterpreta lo cotidiano con su visión única me enseñan a ver el diseño como un medio para reimaginar lo ordinario y dotarlo de una nueva vida. Su habilidad para transformar lo simple en icónico me impulsa a ser más audaz en mis propuestas visuales.

Saul Bass, por su parte, me ha mostrado el poder del minimalismo y la simplicidad en el diseño gráfico. Como pionero en la creación de títulos de películas y logotipos corporativos, su capacidad para contar historias a través de formas geométricas y colores básicos es una lección de cómo el diseño puede ser claro, directo y memorable. La manera en que Bass equilibraba concepto y forma ha sido clave para comprender que el buen diseño no necesita ser complejo para ser efectivo.

La persistencia de la Memoria (1931)

Gradiva descubre las ruinas antropomorfas (1932)

El caballo (1932)

Costureras (2000)

Un, dos, tres (1961)

Vértigo (1958)

Patricia Montoto Rodríguez de Guzmán